miércoles, 7 de noviembre de 2007

Partido Justicialista


La crisis mundial de 1930 (financiera, agraria, ganadera), producto de los "ciclos económicos" o recesiones que experimenta periódicamente el capitalismo, se reflejó en nuestro país como en un espejo, determinando que la "clase dirigente" hiciera un replanteo de sus intereses -confundidos con los del país-, negociando con Inglaterra un vínculo más estrecho -y servil- (tratado Roca - Runciman), uno de cuyos gestores -nuestro vicepresidente- confesó en Londres esta encubierta verdad: "que constituíamos una parte del Imperio Británico" (desde el punto económico). ¿No veía Roca las relaciones existentes entre la dependencia económica y su influencia sobre lo político? Cuando años más tarde Roberto M. Ortíz resultó electo Presidente de la República en la Cámara de Comercio Británica, ya nadie tenía dudas sobre nuestra situación de factoría del Imperio. La sociedad cambiaba: se acrecienta el proceso de desarrollo industrial y lentamente, el nuevo papel proteccionista del Estado. Esta industrialización no es llevada a cabo por un sector autónomo, sino en gran medida por la misma oligarquía terrateniente que con gran talento político opera en tres frentes: 1) recuperación del poder político; sustitución del gobierno popular de Irigoyen (septiembre 6, 1930); 2) renegociación con el imperio Británico sobre la nueva forma de relación dependiente (Pacto Roca - Runciman) con asignación de una cuota preferente en el mercado inglés de carnes a cambio de igual trato para las inversiones británicas en nuestro país; 3) se inserta en el proceso productivo industrial con grandes inversiones. Estas medidas imponían además de la destitución de Irigoyen, una reorientación del papel jugado hasta ese momento por el Estado. De la política del Estado gendarme (dejar hacer, dejar pasar) el aparato oficial se vuelca al intervencionismo para salvar a los sectores dominantes: creación de la Junta Nacional de Granos (que regula la comercialización y producción agraria); Ley de Carnes (para el control de la producción); Banco Central (cuya estructura fue planificada por el perito británico Sir Otto Niermeyer a fin de regular el aparato financiero); control de cambios, etc.El sistema empieza a cuestionarse con mayor intensidad: primero, con el radicalismo irigoyenista, ahora, por las diversas élites conspirativas -los nacionalismos-; las agrupaciones en disidencia dentro del radicalismo -FORJA-; por pensadores solitarios -Manuel Ugarte-; finalmente, por políticos que demasiado tarde descubren la profunda amoralidad del sistema: Lisandro de la Torre.La década del 30 presencia el acelerado agotamiento del radicalismo como movimiento popular. Sus revoluciones fracasan (Bosch, Paso de los Libres; los hermanos Kennedy en Entre Ríos), y en la "artera encrucijada del cuarto oscuro" le gana siempre la oligarquía fraudulenta. Se había extraviado la senda por la muerte del Caudillo (1933) y la dirección claudicante y entreguista que lo sucedió (encabezada por el grupo oligárquico de Alvear). Mientras crece la industrialización, surge una nueva clase trabajadora. Esta época amarga, cuyo reflejo son los poemas de Discépolo, es la de los grandes suicidas: Lugones, Alfonsina Storni, Horacio Quiroga, Lisandro de la Torre.Lisandro de la Torre fue quizá el último liberal, de la estirpe de aquellos que en el siglo XVIII destruyeron el absolutismo monárquico, brindando al hombre una nueva conciencia moral. Su destino lo condenó a nacer demasiado tarde. En la generación del 80 hubiera sido más que un Wilde, un Joaquín V. González, brillante parlamentario del sistema que se hallaba en su madurez; seguramente, presidente de la República. El liberalismo que le tocó vivir fue el de la decadencia, el del fraude sistemático, el de la oprobiosa dependencia externa. El grupo dirigente (el "patriciado" del siglo anterior) había perdido su coherencia de clase, su estilo, sus convicciones en el progreso, y su fe en la democracia (si alguna vez la tuvo). Su desencuentro con Irigoyen -y de hecho, con el radicalismo-, al que no pudo entender en su inorganicidad democrática y en su fervoroso nacionalismo popular, y su enfrentamiento con el Régimen, cuyo verdadero rostro descubrió implacable en los últimos años de su vida, lo dejaron suspenso entre dos aguas, que concluyeron por llevarlo a la esterilidad: la corriente popular yrigoyenista y la oligarquía europeística dueña de la economía y de la cultura. En la estructura total de la Argentina de su época, DE LA TORRE NO TENIA NINGUNA POLITICA DE REEMPLAZO NI UNA CLASE DONDE INSTRUMENTARLA. LA OLIGARQUIA ERA CONSERVADORA, LA CLASE MEDIA, RADICAL Y LOS TRABAJADORES SE DIVIDIAN ENTRE LOS PARTIDOS COMUNISTA Y SOCIALISTA. PEOUEÑOS SECTORES DE LA BURGUESIA AGRARIA Y COMERCIAL; ALGUNOS INTELECTUALES: HE AHI SU CLIENTELA ELECTORAL, SUS SEGUIDORES. Esa fue su fatal falencia. A la vitalidad del radicalismo y al fraude sistemático del Régimen viciando las instituciones, quiso oponer una democracia químicamente pura, con un parlamento a la inglesa e instituciones municipales de las que había visto en Estados Unidos. Su envejecido proyecto, carente de viabilidad en función de las necesidades de la sociedad de su tiempo, con profundas apetencias de justicia social, de redistribución equitativa de la riqueza, ávida de participar en el poder político -todo lo cual llegaría con el peronismo- tiñó de una amortiguada sombra su figura, de un claroscuro cada vez más opaco su inevitable frustración en la vida pública, -y consiguientemente malogró su vida personal supeditada a aquella-, hasta concluir en el suicidio liberador con el que los grandes espíritus expresan el desengaño de su época.El equipo de Alvear en alguna medida era un complice del régimen, al que legalizaba con su presencia en los comicios. En el mes de junio de 1935 surge dentro de la Unión Cívica Radical como reacción contra la conducción, la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA) uno de los precedentes ideológicos más importantes del peronismo, que propugnaba el retorno a la línea nacional y popular del federalismo y del irigoyenismo, siendo sus banderas de pronunciamiento "la soberanía popular, la soberanía nacional y la emancipación del pueblo argentino". (Manifiesto). Y sus consignas "Patria, pan y poder al pueblo" "Tenemos una economía colonia; tenemos una cultura colonial, tenemos una política colonial". Sometida a la influencia del primer Haya de la Torre, FORJA propició la revolución americana y nacional asentada en las masas y un antiimperialismo militante: "la disociación de los pueblos de América es tan grave causa de la opresión a que se hallan sujetos, como el estado de separación interna de las fuerzas llamadas a realizar su liberación. Sostenemos la necesidad de instaurar la unión efectiva de las naciones de América para realizar los actos fundamentales de su emancipación".La soberanía popular era "la democracia del destino, que se hace presente en nuestra historia en la heroicidad de los ejércitos de la libertad; con el tumulto del pueblo de Mayo; con la bravura indómita de Güemes y hasta con las simbólicas cadenas que opone Rosas a la pretensión de las banderas extranjeras que invaden nuestros ríos y nuestra soberanía". Existe en FORJA un claro concepto de la línea nacional opuesta a la anglosajona, y a la participación de la burguesía comercial del puerto en favor de los intereses de los países centrales: "Fue la finanza internacional en convivencia con el pequeño grupo oligárquico local quienes promovieron y gestaron en gran parte nuestra revolución emancipadora de la tutela hispana, para entregarnos a un coloniaje bastardo que aún sufrimos y cuyas consecuencias se agravan con el tiempo". También se tenía claro las etapas (y misiones) que debían cumplir los movimientos populares: "La tragedia de la patria entregada a la voracidad internacional del capitalismo es la tragedia argentina. EL PUEBLO QUE ALCANZÓ CON YRIGOYEN SU EMANCIPACION POLITICA, RECLAMA AHORA SU EMANCIPACION ECONOMICA". Y la videncia de nuestros problemas nacionales alcanza hasta la profecía: "Así la emancipación económica y la justicia social, serán el complemento indispensable de la independencia política" (Jauretche). No obstante, la falencia de FORJA está dada en que su pensamiento no trasciende la ideología de la clase media; no consigue ligarse al trabajador argentino. Estos debían esperar aún el gran movimiento de masas -el peronismo- para canalizar sus necesidades de justicia y cambio social. Vuelve a reproducirse el traspaso proteico de la línea nacional de un movimiento en otro; es la corriente del río que sigue marchando a través del tiempo, los vasos comunicantes que vivifican la lucha del pueblo: el radicalismo da sus hombres (y lo mejor de su pensamiento) al peronismo. Los que quedan afuera están influídos por el espíritu de partido y por la ideología del sistema liberal que sobreviven en la mente de los dirigentes. La fórmula Perón-Ouijano es sostenida por la Unión Cívica Radical (Junta Renovadora), con Armando Antille, J. Hortencio Ouijano, Eduardo Colom y otros; de FORJA pasan al peronismo Héctor Maya, Miguel López Francés, Alejandro Greca, Arturo Jaureche, y uno de los más grandes visionarios del pensamiento nacional de la época: Scalabrini Ortíz.Scalabrini se dedica a descubrir el mecanismo de dominación del Imperio Británico en la Argentina, y en especial, el poder de las empresas ferroviarias "superior -como dice Hernández Arregui- al de los gobiernos nacionales, el que impuso tarifas aduaneras, administró o anuló puertos, orientó o impidió determinados cultivos, enfrenó el desarrollo de poblaciones enteras, escogió presidentes, vetó candidaturas". En tal situación Scalabrini postuló insistentemente que "adquirir los ferrocarriles es adquirir soberanía"."El hombre que está solo y espera" como se había definido, aguardaba la Revolución. No debió esperar demasiado: como el Bautista, fue quien anunció la buena nueva para los humillados y ofendidos: la época de crear y de vivir que se acercaba, los años de los ferrocarriles argentinos y de la justicia social, la hora de los pobres y de los pueblos: LOS TIEMPOS DE JUAN DOMINGO PERON.


La Argentina desde la muerte de lrigoyen y la pérdida de un sentido nacional totalizador de su movimiento -copado por el antipersonalismo había quedado sin voz. Desde los nacionalismos hasta Forja y otros sectores del radicalismo se buscó infructuosamente el camino. Pero la estructura de la Nación había cambiado: ya no serían las clases medias los protagonistas de la historia, sino los trabajadores puestos de pie con su naciente Caudillo. La ideología nacionalista -el justicialismo- de la nueva clase trabajadora, le iba a ser dada por un coronel miembro del GOU, que en 1943 (octubre 27) se hizo cargo del Departamento Nacional del Trabajo, transformado poco después en Secretaría de Trabajo y Previsión (noviembre 27, 1946): Juan D. Perón. Es él quien pone al descubierto la cuestión social" (explotación y sumergimiento de los trabajadores) y la necesidad de la justicia social para concluir con esos males: "Desde muy joven, cuando presenciaba la incorporación de los soldados a mi regimiento, frente al estado lastimoso en que llegaban, se había despertado en mí un profundo sentimiento social ante lo que todos considerábamos como una tremenda injusticia. Entonces, más del 20 % de los soldados convocados a las filas eran rechazados por debilidad constitucional (y miseria fisiológica y social) en un país que se ufanaba por contar con sesenta millones de vacas. Al recorrer Europa pude persuadirme que causas semejantes habían generado idénticos efectos en las comunidades continentales". Decir que en el Departamento de Trabajo surge el movimiento peronista es fijar una fecha en el tiempo; el peronismo brota de más atrás: de las experiencias vitales de Perón, de la concreta situación social del pueblo argentino, oprimido por los imperialismos y explotado por las clases gerentes internas. La sombría realidad que Perón conocía tan bien, surgió nuevamente a la luz en el Departamento de Trabajo: "lo que más impresionó al coronel Perón en su visita al Departamento de Estadísticas, fueron los diagramas del déficit alimentarlo de la familia obrera. El subconsumo o consumo inframínimo era un cáncer que minaba la existencia de cientos de miles de seres que labraban la riqueza de unos pocos" (José Figuerola, Jefe de Estadísticas de ese Departamento, 1943). La mortalidad infantil, el desempleo, la miseria, las enfermedades endémicas en muchas zonas del país; los trabajadores urbanos y rurales sometidos a la explotación más inicua; los mensúes, quebracheros, algodoneros chaqueños; los obreros azucareros de Tucumán y Jujuy; la despoblación de provincias enteras; el desarraigo; la soledad del hombre impotente ante su destino; tal fue la carnadura humana que latía más allá de los cuadros estadísticos. El alma de su pueblo desamparado fue lo que golpeó el corazón de Perón. Así fue que afrontó todos los riesgos: los enemigos de adentro y de afuera eran poderosos. la Argentina, que se había negado hasta el final a declarar la guerra al Eje (Alemania, Italia, Japón) se encontraba cercada por las grandes potencias vencedoras de la segunda guerra mundial, aislada y sometida a un implacable bloqueo económico. Perón cree que solo el Estado puede estar en condiciones de regular las relaciones sociales. Organiza la política salarial, pone en marcha la estructuración de los antiguos y nuevos sindicatos cuya conformación jurídica se establece a través de la ley 23.852/45 de Asociaciones Profesionales; crea el nuevo régimen provisional (de jubilaciones y pensiones), los Tribunales del Trabajo, el Consejo Nacional de Previsión Social, hace sancionar el Estatuto del Peón y la legislación de aguinaldo y vacaciones pagas. Esta transformación de las relaciones sociales y laborales pronto se hace sentir: "en nuestro trabajo sindical advertimos a partir de 1944 cosas increíbles: que se hacían cumplir leyes sociales incumplidas hasta entonces; que no había necesidad de recurrir a la justicia para el otorgamiento de vacaciones; otras disposiciones laborales como el reconocimiento de los delegados en las fábricas, garantías de que no serían despedidos, etc., tenían una vigencia inmediata y rigurosa. Las relaciones internas entre la patronal y el personal, en las fábricas, habían cambiado por completo de naturaleza. La democratización interna que imprimimos al sindicato metalúrgico hacía que el delegado de fábrica constituyera el eje de toda la organización y la expresión directa de la voluntad de los trabajadores en cada establecimiento" (Angel Perelman, "Como hicimos el 17 de Octubre").La oligarquía se revuelve exasperada. Con el apoyo del embajador norteamericano Braden, organiza la Marcha de la Libertad (septiembre 19, 1945) dirigida a lograr la aniquilación del régimen militar. La Unión Industrial, la Bolsa de Comercio, la Sociedad Rural, coaligadas con los sectores políticos van armando la trampa del alejamiento de Perón. Este contesta todos los golpes: "las fuerzas que se oponen a nuestra política de justicia social han representado dentro del país la eterna oligarquía económica, que ha manejado a la oligarquía política"; "cuando se dice pueblo, somos nosotros; cuando se dice aristocracia, capitalismo y otras calificaciones, son ellos" (A los obreros ladrilleros, agosto 21, 1945). El 9 de octubre, 1945, algunos sectores militares de Campo de Mayo, encabezados por el Gral. Avalos piden al presidente Farrell la renuncia de Perón. ¿Significa esto un fracaso de su obstinada tentativa de unión pueblo-ejército? No, es sólo un retroceso, una postergación hasta el 17 de octubre. La renuncia se produce el mismo día 9, y el 13 Perón es detenido y trasladado a Martín García, donde durante cuatro días permanece confinado en una habitación. En ese lapso, pudo tener la amarga sensación de la derrota y el fracaso.Era solo una ilusión. Afuera de la isla, en el gran Buenos Aires, en sus aledaños, en el país todo, su nombre es bandera de combate por la liberación, mientras el pueblo como un gigante herido que toma fuerza se aprestaba para dar el zarpazo definitivo: el 17 de octubre la nueva conciencia en marcha cambiaría el destino de la Nación para siempre.EL "DESCAMISADO" DE OCTUBRE: LA REVOLUCION SOCIAL Y LAS VISPERAS DEL PODER La conciencia política del peronismo -Perón, trabajadores-, mostró su rostro el 17 de octubre."Yo te daré una cosa que empieza con p: ¡Perón!"; "la vida por Perón", decían mientras marchaban hacia plaza de Mayo. Perón era síntesis de todos los programas posibles, de los derechos denegados y de las reivindicaciones proscriptas; Perón era la necesidad de algo más profundo: el poder, todo el poder para el pueblo. La conciencia política y la organización habían ido madurando en las relaciones con el líder en la Secretaría de Trabajo y Previsión. Cuando los trabajadores marchan, cuando miles de hombres y mujeres de Berisso, Ensenada, Avellaneda cruzan el Riachuelo; cuando de todos los rincones del conurbano se empieza a invadir lentamente la ciudad, desoyendo el paro dispuesto por las autoridades de la CGT para el día 18, el pueblo ha encontrado no solo una conciencia revolucionaria de su propia fuerza y la organización que ha de llevarla siempre al triunfo, sino al Jefe, al Conductor, que ya no está en los vacilantes dirigentes de la CGT, sino preso en Martín García: Perón. Una de las figuras trascendentes de la jornada y que la vivió por dentro ha dicho: "fue un movimiento de gratitud hacia un hombre aparentemente vencido. ¿Qué pueblo ha salido a defender a un hombre vencido? Ninguno. ¡Solamente el pueblo argentino! ¡Vean ustedes si habrá sido y es grande Perón! Cuando él estaba aparentemente vencido, el pueblo salió a la calle con su bandera. PORQUE EN ESE MOMENTO AL DECIR PERON, DECIAN PATRIA". (Eva Perón, Historia del Peronismo).Es la religión civil que empieza a andar: la inmensa fe, la incapacidad para la duda, la fuerza para creer y sentir. Cuando llega la noche, y el pueblo se "ha lavado las patas" en las fuentes de la plaza de Mayo, cuando la conspiración antiperonista está vencida, el Jefe, el nuevo y gran Caudillo, le habla a los trabajadores: "Este es el pueblo de la patria. Es el mismo pueblo que en esta histórica plaza pidió frente al Cabildo que se respetara su voluntad y sus derechos. Es el mismo pueblo que ha de ser inmortal, porque no hay perfidia ni maldad humana que puedan someterlo. Interpreto este movimiento colectivo como el renacimiento de una conciencia de los trabajadores, que es lo único que puede hacer grande e inmortal a la patria. Esa unidad la sentimos los verdaderos patriotas, porque amar a la patria no es amar sus campos y sus casas, sino amar a nuestros hermanos.Y presente su vieja, obstinada idea de la unidad nacional, aún en aquella noche de las luces y de las sombras cuando el pueblo preguntaba "dónde estuvo". Rehusa confesarlo, pero insiste: "Recuerden los trabajadores: únanse, sean hoy más hermanos que nunca. Sobre la hermandad de los que trabajan ha de levantarse en esta hermosa patria la unidad de todos los argentinos". Como dice Perón un año más tarde "el 17 de octubre será para todos los tiempos Día de los Descamisados, el día de los que tienen hambre y sed de justicia".

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